Estaba pensando en escribir sobre
el terror y la intriga que siento al saber que falta poco más de medio año para
crecer, para enfrentarme con la vida cara a cara y también conmigo misma. Pero
después decidí hablar de una persona que, raramente para una persona de mi
edad, se hizo muy importante este último año.
Para los adolescentes la relación
con profesores no es más que eso, una simple relación de “querer” por buena
nota u odiar porque nos fue mal en una prueba, porque pusieron una prueba o por
alguna u otra actitud tonta. En mi caso es distinto, y es por una de las cosas
que me siento sapo de otro pozo. Les es difícil aceptar que alguien es
diferente a ellos como a mi me es difícil entender por qué todo tiene que ser
tan ortodoxo.
Quiero agradecer a esta persona por
haberse hecho tan importante en tan poco tiempo, porque es así. Por permitirme
quererla, por permitirme acercarme y por acercarse a mí. Porque a veces me hace
bien saber que ahí hay alguien que me mira, que está para preguntarme cómo estoy,
si estoy estudiando, para felicitarme por mis pequeños pasos, por mis pequeños
logros, para darme consejos, para retarme mucho también y, sobre todo, para
caminar al lado mío, par a par.
No soy nada demostrativa pero no puedo
dejar de agradecer, por algún medio, el haberse convertido en una segunda mamá para
mí. Por haberse hecho querer tanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario